La escena: Una noche de domingo,
mi mujer y yo, cena en la cama buscando
alguna banalidad no tan banal en la televisión. Y la encontramos. Normalmente,
disfrutamos de los programas en que alguien
fabrica o repara algo. No sólo es
un espectáculo interesante sino que nos da ideas para acondicionar el hogar, y hacerlo más nuestro. Así que un programa del
canal “Utilísima” siempre es un buen zafe de la idiotez omnipresente de los
comentaristas deportivos, las películas repetidas y los documentales de la BBC
(por TNU …). Pusimos el canal. Una mujer de unos treinta años, con ropa y
actitud de veinte, interceptaba misteriosamente una pantalla vieja de lámpara y
una docena de corbatas, en lo que resultó una atroz pantalla
de corbatas. Luego, esta mujer de sonrisa constante e insistente entonación
muuuuuy ascendente, decía haber lijado prolijamente (vamos, que lo hizo uno de
los peones del canal) una mesa de luz antigua. Por el color natural y la textura visible de la madera, parecía una
buena mesa de luz, maciza. Luego anunciaba la pintura. Y en ese momento
temblamos. “Le voy a pasar una capa de blan- cooo”. Nuevo escalofrío. La mujer
con vocación de pendeja seguía sonriendo.
“Así la per-so-na-li-zaaa-mos”. No pudimos aguantar. Nos miramos. “¿Pero esta
enferma va a arruinar la mesa de luz?”. “Le ponemos una ca-pi-ta de pintura
blanca porque así resalta más el co-lo-or. En mi caso elegí na-raaan-ja”. Sí,
la iba a arruinar. En el tiempo mágico de los programas de manualidades en que
de un minuto al otro las cosas aparecen prontas, mintiendo acerca del esfuerzo
y la paciencia, presenciábamos la ejecución. Una capa de naranja chillón se
encontraba con otra de naranja más oscuro, no menos chillón, en esa cosa que
llaman pátina y que significa: no lo haré prolijamente, no sé hacerlo
prolijamente, no quiero aprender a hacerlo prolijamente y por lo tanto no me
interesa hacerlo prolijamente.
Hasta aquí, yo le había ocultado
a mi compañera mis pensamientos, y hasta intenté ocultármelos a mí mismo. Yo
quise ser banal, quise ver algo banal y
no correspondía ponerme por demás reflexivo en esa noche de comida despreocupada
en la cama. Pero la mujer en la televisión confirmó mis oscuros pensamientos: “A mí me
dieron esta mesa de luz, que era de otra persona, pero yo le doy mi estilo
personal. Porque no hay nada mejor que darle a las cosas el estilo propio”. Y ahí
lo verbalizamos (No estoy solo en este mundo): “¡Pero por qué no lo dejás como
está!”. Lo dijimos casi al unísono.
He aquí mis pensamientos, esos
que he tratado de apaciguar una noche de domingo y que este programa me arrancó
a mi pesar: ¿Por qué la necesidad de darle a todo un estilo personal? ¿Por qué lo llamamos estilo
personal, si a fin de cuentas en nombre de él, cientos y hasta miles de
personas copian lo que ven en la televisión, y por lo tanto reproducen un mismo
modelo? ¿y en nombre de qué angustia
queremos dejar nuestro sello en todo lo que tocamos? No puedo evitar que se me
presente, en contrapartida la imagen de los albañiles medievales, maestros
anónimos, que muchas veces morían antes de ver terminada la obra que construían en colectivo.
Se me figura la paciencia de las bordadoras de mantas de las colonias inglesas,
o el tiempo dedicado por los constructores de canoas, a repetir un único y colectivo modelo, producto de
años y hasta siglos de ensayos y errores. Las sociedades tradicionales solían tener una respuesta a la
pregunta “¿Quién lo inventó?” y era “Siempre existió.”
No estoy en contra de la
originalidad. Jamás podría: soy un hombre de mi tiempo. Pero encuentro
sospechoso que las Grandes
Individualidades (grupo en donde entran Dante y Sor Juana, Renoir o Frida Kahlo, por ejemplo)
hoy ni aparezcan, ni se estimule su aparición, pero sí se afirme y promueva que
TODOS dejen su sello personal, su marca individual, incluso en desmedro de lo
creado en un tiempo anterior. Parece que nos olvidamos que las mentes geniales
siempre se sienten deudoras de un pasado, y que la originalidad y el estilo
nacen en diálogo con la repetición de un modelo.
Una cosa más. A la mesa de luz
(ya naranja, ya otra mesa tristemente
alegrada por la muchacha de sonrisa constante) le faltaba un último toque. Unos
estenciles autoadherentes con palabras, compradas en alguna casa de bricolaje.
Y allí quedó la mesita, con tres sellos dispersos que ordeno ahora a mi gusto: Pureza, Vida, Light.
Horacio Botta
Muy bueno!!! me encantó lo pintoresco que es el relato me trajo muchas imágenes a la mente.. sobre todo si uno tiene conocimiento del famoso,añejo y eterno programa Utilísima je.
ResponderEliminarEs tal cual lo que decís, con el paso del tiempo nos estamos olvidando de aquellos grandes que también dejaron su huella e iniciaron nuestras ganas de marcar un estilo propio, hoy lo hacemos de manera mas banal basándonos en las simplezas "aberrantes" que nos propone el modernismo. Hoy en día quizás por el paso del tiempo van quedando en el olvido esas grandes personalidades, pero no deberíamos olvidar que fueron los propulsores de estas ganas locas de dejar nuestra marca propia en lo que hacemos...por ejemplo Frida Khalo pintaba con un estilo propio aun sabiendo que ese estilo podría no gustar al "populacho" (por llamarlo de alguna manera ja)ella sin hacer ninguna clase de cumplido pinto lo que se le antojo y hoy en día podemos decir que dejo su Gran estilo, seguramente aparezca o ya haya aparecido alguna "Frida" que pinte con su mismo estilo pero no lo sepa.. xq en realidad debe pensar que su forma de pintar es una imitación de lo que vio alguna vez en TV o por internet (nunca se pregunto cuales serian las verdaderas raices de ese estilo, dejando como si la unica verdad absoluta fuera la que mostraran los medios) lo mismo pasa con Sor Juana, una monja poetisa y hasta se podría decir que un poco bastante feminista je una mezcla de contrariedades para aquella época.. seria en 1600 o 1700, no? imaginate esa especie! jaja todo una antigüedad. Todos los que queremos dejar una marca propia en lo que hacemos lo hacemos desde estas raíces que son las "grandes individualidades" fueron ellos los primeros en dejar un estilo propio.... lo que pasa que hoy en día parece que no interesara saber nada mas, nos quedamos con lo superficial que se nos muestra mediante los medios de comunicación, esto nos duerme las ganas de querer conocer y saber mas sobre la historia de nuestro pasado y por lo tanto lleva a que cada vez sepamos menos de ellos.
En fin muy bueno tu relato.... son la una de la mañana no tengo en claro cual fue mi poder de redacción a estas horas jajaja espero se entienda algo! jajaja mucha suerte con este blog!
Posmodernidad al palo... Lipovetsky diría que la mesa sufrió el proceso de personalización propio de esta época posmoderna. Ni te digo si nos detenemos en la muchacha que destila juventud. He leído un par de los artículos del blog. Está bueno criticar el posmodernismo que acapara nuestra vida, es el primer paso. El gran problema (para todos, no es una crítica a la página) es pensar alternativas.
ResponderEliminarBrillante!!!! Me encantó. El asunto es que la banalidad nos está invadiendo, y nos está quitando la vida. Uno parece volverse adicto a esta banalidad. ¿Qué nos pasa? La vida no nos gusta y terminamos enterrados en una perpetua evasión. Al menos así me siento, porque la vacuidad me atrapó.
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