Me propongo
aquí hacer un análisis de uno de los comerciales de Coca Cola, que me llamó la
atención hace unos meses y desde hace un tiempo no veo en las tandas. No soy
analista publicitario ni publicista, pero intentaré ser lo más ordenado posible
para fundamentar algunas conclusiones que formulo al final. Aquí dejo el enlace donde pueden ver el aviso. (Recomiendo hacer click derecho sobre el link y abrir en una pestaña nueva)
Descripción
El niño viste
camisa a rayas azules, usa lentes de marco grueso que podríamos calificar de “retro”
y su peinado está deliberadamente revuelto en un peinado “canchero”. También
usa un reloj de pulsera de tipo deportivo, y una remera bajo la camisa abierta,
lo que contribuye a “rejuvenecer” la apariencia(1). Adornan el ambiente cuadros
con colecciones de mariposas que combinan los tonos de rojo, amarillo y los
neutros blanco, negro y marrón, un
teléfono de disco amarillo y autos rojos de colección. Es decir que el
personaje tiene perfil de coleccionista. Se trata de
sugerir el cuarto de un niño pero el ambiente es el de un adulto
obsesivo: todos los elementos están colocados en perfecta horizontalidad o
verticalidad, no hay elementos inclinados, excepto por los lápices en el
portalápices a la izquierda, un libro o cuaderno a su lado, y una madera en el
estante de arriba. Sin embargo, la desprolijidad es aparente: libro y madera,
incluso los lápices inclinados hacia la izquierda están colocados de forma paralela.
El ambiente de la madre, en cambio, no parece
tan cuidado, y esto refuerza la idea de que es el niño el que ordena de forma
sistemática su cuarto. Frente a la perfección buscada del dormitorio del niño y
del aspecto en sí del personaje, la cocina y la madre que cocina allí tienen
otros atributos. La madre es un personaje con aspecto cansado, de unos treinta
y cinco o cuarenta años. Aparece encorvada, el cabello está más bien
despeinado, usa un buzo de hilo descolorido, arremangado y más bien arrugado. En
la cocina no hay intento de belleza ni de orden sistemático. Hay cinco imanes
de heladera colocados sobre imaginarias líneas paralelas, pero un imán está ostensiblemente
fuera de lugar, inclinado, sin ningún objeto paralelo (como era el caso de los
lápices, el cuaderno y la madera.) e incluso este imán torcido está tapando
otro. Un repasador con círculos naranjas y marrones, yace abandonado y arrugado
sobre el respaldo de una silla o escalera de cocina. La cubierta vinílica de
pared, en cuadrados azules y celestes, se combinan con la cocina y la heladera
blancas (no modernas sino más bien de hace unos treinta o cuarenta años), que junto
a la ropa, la mesa celeste y la masa dan un tono de palidez general.
El tono retro de
todo el comercial está dado por varios elementos combinados de la “carátula”,
los dos cuadros alternados más la escena de la cena. El “tocadiscos” convertido
en “ready made”, los lentes del niño, los cuadros y los juguetes, los
electrodomésticos, la mesa de la cena; pero no hay que olvidar que, como se
aspira a un ambiente de tipo familiar (con mesa redonda donde todos se ven la
cara al comer) acorde con el título y el slogan es sobre todo la ausencia de
elementos lo que nos da aspecto previo a la era de las telecomunicaciones: no
aparecen computadoras ni artefactos electrónicos, el niño usa el reloj de
pulsera (que hoy en día ni vemos usar en adolescentes) ni tampoco hay LCD o
plasma, ni siquiera un televisor. Obsérvese con atención la comida familiar, y
los integrantes de la mesa: un matrimonio con cinco hijos es sinónimo de
abundancia, nos remite a épocas en que las familias eran numerosas (2). De los
cuatro varones, uno usa un chaleco de lana sobre la camiseta (¡). Otro de
cabello enrulado, tiene lentes también gruesos como el varón protagonista, y
dos (el protagonista y el varón que está enfrentado a él en a mesa, usan
camisas abiertas sobre camisetas (que es como nos vestíamos los adolescentes en
los noventa). La niña, de rosado infantil y tradicionalmente femenino, usa brochecitos también
rosados, de esos que hace más de cincuenta años pueden comprarse en un quiosco.
El texto y sus mensajes
La Felicidad se cocina
en casa
Una receta original de
la familia Moreno
Madre: Todos los jueves en esta casa se
comen empanadas.
Hijo: Todos los jueves en esta casa se come una
especie de engrudo
Madre: Caseras, por
supuesto
Hijo: En forma de Cosa
Madre: Son empanaditas
de amor de la Familia Moreno
Hijo: Son
armas de destrucción masiva
Madre: Yo no sé no por
qué sigo haciendo esta receta
Hijo: ¡Cada semana que
pasa, le pone más ilusión!
Si no las hiciera más,
los jueves no serían jueves, y ella, no sería ella
Madre (en off): Las
familias que comemos juntas cada día, valoramos lo que los demás hacen por
nosotros
Locutor: Coca Cola, las
comidas, Mejor Juntos
Hasta aquí la descripción (con elementos subjetivos) de las escenas y el ambiente, y la
transcripción del texto. Las interpretaciones pueden ser vistas de este modo:
la madre, descuidada en su aspecto y ojerosa, amasa sin habilidad una masa que
efectivamente parece engrudo. Veo en las expresiones, en el tono de voz, ese
entusiasmo chirriante y molesto que rápidamente desemboca en una cara de
desconcierto:”Yo no sé por qué sigo haciendo esta receta”, como en
respuesta a las afirmaciones del hijo,
que en realidad no conoce. Esto contrasta con la soltura del niño y su
confianza para hablar. Lo que más llamó mi atención fue el término que emplea
el niño para referirse a su madre al final: “ella”. No es una palabra con la
que un niño o adolescente suela referirse a su madre, salvo en un contexto en
el que ya fue nombrada como “mi madre”, “mi mamá”, o “mi vieja”. Así aislado, este
pronombre suele revelar un plano de igualdad entre el que habla y la
persona nombrada. Más claramente, es similar al “aquella” o “aquel” usados para
referirse coloquialmente a una pareja (“¿Cómo anda aquel?” “Aquella me pidió
que fuera más temprano”). Y aquí voy llegando a mi punto: salvo por la escena
familiar del final del aviso, nada indica en las palabras del niño que se esté
refiriendo a su madre, porque se coloca en un plano de igualdad total con ella. El
texto “Si no las hiciera más, los jueves no serían jueves, y ella, no sería
ella.” hablan de la condescendencia del niño para con su madre, a quien sabe en
inferioridad de condiciones. ¿Por qué? Porque en realidad él ve las empanadas como “una especie de engrudo” “en
forma de cosa”, que metaforiza como “armas
de destrucción masiva”. Pero no puede matar la ilusión de esta mujer, porque “cada
semana que pasa, le pone más ilusión”. Incluso aventuro una hipótesis, y es que
este comercial puede haber sido pensado en principio como el contraste entre la
visión de una esposa y la de un marido disconforme con la comida de los jueves.
Hágase el experimento de pensar las palabras del niño en boca del marido. El
resultado, sin embargo, sería un comercial que podría ser tachado de machista.
Si añadiéramos el tono de condescendencia y superioridad, hordas de
espectadores indignados hubieran saltado por la incorrección política del
anuncio.
El lugar
Desde una postura pretendidamente
simpática y humorística, este aviso tiene como eje el plano de jerarquía madre-hijo,
que se invierte: el niño es simpático pero ordenado, suelto en gestos y
comentarios pero obsesivo en el orden, creador de metáforas graciosas pero
aprecia las colecciones. Es el portador
del discurso serio, coherente y realista: es lo que tradicionalmente llamamos
una persona “madura”. Es el adulto de la relación. La madre es desordenada pero
esforzada, sus metáforas son cursis e infantiles (“empanaditas de amor”) y no
sabe por qué hace lo que hace pero tiene ilusiones de que es un valor en sí
mismo. Es la niña de la relación. Cree en lo que hace como un niño cree en Papá
Noel, los Reyes o el Ratón de los Dientes, y el adulto de la relación sonríe desde
un plano de superioridad pero no quiere matar la ilusión infantil, hasta llegar
a la frase final de que sin esa ilusión, “ella no sería ella”.
Como en este aviso, en muchos otros
podemos ver esa inversión de roles. No discuto aquí si niñas y niños son
sujetos de derecho porque lo doy por descontado. Tampoco voy a afirmar bajo
ningún concepto que el padre y la madre por ser tales son portadores de la
verdad. Pero asistimos hoy a una creciente falta de diferencia en los roles que en vez de sumar
seguridad a los niños le quita seguridad a los padres. El desconcierto, la
falta de afirmaciones claras y serias en el mundo de los adultos, hace que cada
vez estemos menos en un "lugar". No hablo aquí de etiquetarse y anclarse en un lugar simbólico . Pero la falta de
roles definidos en al ámbito familiar termina generando situaciones extremas: por
un lado, tratar de dialogar y acordar absolutamente
todo con los hijos, con la angustia de que se viva en una incertidumbre
total sobre qué es lo que hay que hacer y qué no. Por otro lado, y a veces como
respuesta desesperada a esa angustia, las verdades terminan imponiéndose de
manera absoluta y autoritaria. Hágase el traslado que se desee a otros ámbitos
donde los roles estén confundidos: en el fondo, vivir con culpa a defender
nuestras verdades y tratar de matizar todo con humor es una forma de no
jugarse, como padres, como adultos, o como ciudadanos. No hay que pegar para
convencer. El diálogo es el medio de resolución de conflictos, sin duda. Pero sólo
sirve en la medida en que los interlocutores estén convencidos de lo que
piensan, y de que la energía que invertimos en discutir lo sea por asuntos realmente
importantes. No hay que pegar, no. Pero
a veces es más sabio decir “Es lo que hay para comer”.
Horacio Botta
(1) En suma, el niño tiene el aspecto del
protagonista de “Mi familia del futuro”, del tipo estudioso o como podríamos
llamar vulgarmente de “nerd” o “traga”, lo que se ha dado a llamar el “loser” (“perdedor”),
si seguimos el odioso sistema de exclusión social copiado de los Estados Unidos
y cuya ejemplificación se puede ver en la serie “Glee”. Al igual que en esta
serie, el niño aparentemente “loser” es en realidad un “winner”, un “ganador”
canchero.
(2) Me parece gracioso que todos festejen
cuando no se cuentan más de diez o doce empanadas. Tal vez hay otra tanda en el
horno o el padre a escondidas fomente su masa corporal con un par de platos de
polenta.
http://www.youtube.com/watch?v=xXIqtdXXsOQ
Apéndice del 27 de mayo:
A unos días de haber escrito esta entrada, me encuentro con un artículo que ataca el mismo tema, desde una óptica psicológica: es la nota de Contratapa de la Revista Relaciones, No 343, de Diciembre de 2012. No encuentro firma de autor/a, aunque supongo que es de algún miembro de la Redacción de esta publicación. Cito parte del contenido:
"Después de generaciones de padres rígidos y distantes, ahora los chicos están siendo criados por padres a los que les cuesta tomar su lugar como adultos. Algunos están haciendo todo lo contrario a lo que sus mayores hicieron con ellos, son padres que no quieren repetir viejos mandatos familiares, pero que además viven agobiados por las obligaciones cotidianas y por lo tanto conviven con poco tiempo para compartir con sus hijos. Entonces no quieren ser los malos de la película, pero fácilmente se vuelven en exceso complacientes y no saben frenar ciertas demandas"
No es este caso el del comercial, sino que estaríamos viendo otro nivel del asunto: el del hijo que superando el capricho y la demanda, aprende a conceder simpatía a la inoperancia de la madre.
http://www.youtube.com/watch?v=xXIqtdXXsOQ
Apéndice del 27 de mayo:
A unos días de haber escrito esta entrada, me encuentro con un artículo que ataca el mismo tema, desde una óptica psicológica: es la nota de Contratapa de la Revista Relaciones, No 343, de Diciembre de 2012. No encuentro firma de autor/a, aunque supongo que es de algún miembro de la Redacción de esta publicación. Cito parte del contenido:
"Después de generaciones de padres rígidos y distantes, ahora los chicos están siendo criados por padres a los que les cuesta tomar su lugar como adultos. Algunos están haciendo todo lo contrario a lo que sus mayores hicieron con ellos, son padres que no quieren repetir viejos mandatos familiares, pero que además viven agobiados por las obligaciones cotidianas y por lo tanto conviven con poco tiempo para compartir con sus hijos. Entonces no quieren ser los malos de la película, pero fácilmente se vuelven en exceso complacientes y no saben frenar ciertas demandas"
No es este caso el del comercial, sino que estaríamos viendo otro nivel del asunto: el del hijo que superando el capricho y la demanda, aprende a conceder simpatía a la inoperancia de la madre.
Un excelente análisis. Soy consciente de todo lo que puede llegar a haber detrás estos comerciales, pero no me había imaginado que hubiera tanto. Rebuscaste hasta el más mínimo detalle. Y por lo que puedo sacar en conclusión (puedo estar equivocado o haber malinterpretado) pusieron al pibe para que esto no fuera tachado de "Spot con aire machista". Muy bueno.
ResponderEliminarHoy escuché el spot de Movistar que dice "Mamá ya está lista para un smartphone", y me acordé de tu reseña. Lo más terrible de todo esto es, a mi entender, cómo lo hemos naturalizado, integrado, y hasta justificado. Miedo.
ResponderEliminarInteresante, no lo había visto desde ese punto de vista. Igual sí, la tipa de la propaganda en una mira la masa como diciendo: "qué es esto, cómo llegué acá, qué estoy haciendo?"... En verdad concuerdo con que es preocupante la falta de definición de los roles familiares. No creo que debamos volver a la familia modelo de los años '20, que no era tal; las cosas han cambiado y hay que adaptarse, pero eso no significa abandonar todo tipo de orden y disciplina (y no hablo de arrodillarlos en maíz ni nada por el estilo). Es decir, el concepto de familia es cultural, y como tal, está sujeto al tiempo y el espacio, pero... desde cuándo, por defender los derechos de los niños, se ha desdibujado al adulto? De nuevo, estoy contigo en eso de que el adulto no es omnisapiente por ser tal, pero ta, todo tiene un límite... Como sea, ya entré a divagar. Un placer leerte!
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