A Pablo Morales y su amigo Loki (Lo prometido es deuda)
I
I
Entreverado en su panteón de
Dioses y Gigantes, los nórdicos tenían a una divinidad llamada Loki. Mal
entendido por la mentalidad cristiana, por sus características se lo quiso
asimilar a una especie de Demonio: es joven, seductor, egoísta, y
sobre todas las cosas es un embaucador dado a la burla y la estafa. En Ragnarök,
el Fin de los Tiempos, Loki liderará las tropas que desde Hel ascenderán
para vencer a los demás Dioses (que son
mortales…). El árbol que sostiene al Universo entero caerá, y Loki terminará a su vez vencido entre los elementos.
II
Una imagen recorre los medios: la
del del Treintañero Chistoso. Es un coetáneo mío cuyo único deseo y poder es
provocar la risa o la sonrisa. No dice nada. No pretende decir nada. Es un ser vacío con quien no es posible hablar en serio.
Cualquier asunto es para él motivo de chiste y burla. Cuando una voz habla con gravedad,
el Treintañero Chistoso formula un juego de palabras, inventa una situación
absurda o simplemente una salida humorística, luego un coro de risas lo acompaña,
y la voz se pierde en el barullo. Loki asciende.
III
Alejandro de
Macedonia conquistó Asia con algo más de veinticinco años. A los treinta y tantos, Dante Alighieri se encontró en
un laberinto moral y escribió la Comedia. A los 18 Rimbaud mandó la poesía al
carajo habiendo coronado el siglo XIX con un tomo de versos excelentes. Veamos más
cerca en el tiempo y en el espacio. José Pedro Varela escribió “La Educación
del Pueblo” con 29 años, y murió a los 34 después de haber impulsado una de las
mayores reformas socio-culturales de nuestro país. Luego de una extensa cerrera
como periodista y abogado, Carlos Quijano fundó “Marcha” a los 39 años. Hay un
larguísimo etcétera.
En este tiempo en que escribo, a
mis 33 años, es inusual oír hablar de treintañeros serios. Hagamos el ejercicio
de pensar en gente pública de esa edad dedicada a la Filosofía, a las Ciencias, a la
Política. Difícil. Ahora pensemos en humoristas, en
conductores de radio y televisión, en “standaperos”. Abundan, y no los
asociaremos fácilmente al ámbito del pensamiento o el conocimiento.
No quiero dar ejemplos, porque
los lectores probablemente los conocen. Y porque este texto no es una embestida
a las personas [i]
a quienes desconozco. Esto es una observación sobre una imagen que se ha ido
construyendo a partir de cientos de otras imágenes que aparecen en los medios
de comunicación: es la del treintañero “canchero”, con “buena onda”. En general es de sexo masculino[ii]
. Tiene un origen de clase media o cuando menos maneja sus valores.
Aprecia al viejo de boliche, aunque come en resto-pubs o rotiserías. Se hace
querer por la casi extinta señora que va al almacén pero no cocina y prefiere
hacer sus compras en el Supermercado. Respeta el llamado “Canto popular”,
aunque escucha el mal llamado “rock uruguayo”. Habla con pasión y
propiedad de fútbol, pero también corre la 10K. Puede tener incluso cierta
formación terciaria: pertenece a la generación de “Estudiá una carrera para ser
alguien en la vida” y hace de vez en
cuando referencia a cuestiones de “cultura general/académica”; eso lo vuelve en
cierta medida respetable para la población profesional, aunque las referencias
que haga se limiten a definiciones superficiales, de las que saca provecho
haciendo el chiste oportuno.
En un país avejentado que sin
embargo no es ajeno a la idea mundial de “juventud exitosa”, pretende ser joven, y por ende hermoso. Hace cosas de jóvenes, y su simpatía y
optimismo lo vuelven el defensor perfecto del Status Quo.
IV
No sólo en los medios se hace muy difícil hablar en
serio. Cuando se hace una crítica en el ámbito cotidiano, se evita la seriedad que implica,
exorcizándola con expresiones como “es una crítica constructiva”, “es en una
buena”, suavizando todo con una sonrisa de amabilidad o complicidad, del estilo
“¿pero quién soy yo para decirte cómo hacer las cosas”. Esa sonrisa tiene un
efecto mágico: como una poción del olvido, puede anular automáticamente todo lo
que afirmamos anteriormente, porque lo carga de ironía. El problema es que
anula lo dicho, pero no lo que sentimos. Cada vez que se evita ese
enfrentamiento, se cargan tensiones que no desaparecen. Creo que una de las
causas de que la gente explote violentamente es justamente el stress que genera
el evitar señalar lo que nos
parece correcto cuando sentimos que debemos hacerlo.
En contrapartida, cuando
finalmente somos valientes, cualquier señal de seriedad en una exigencia o
reclamo es sorprendentemente tomada como violenta en sí misma. Es tan extraño
que la gente plantee sus reclamos desde la razón, que en general estos son tomados como agresión, y el interlocutor se
siente violentado. Pongo un ejemplo: de unas seis veces que reclamé a un chofer
de ómnibus que parara donde tenía que parar, las seis de las veces se me “invitó”
a bajar del vehículo, y en tres se sumó la “invitación” a pelear. Ante mi
negativa a cualquiera de las dos, en general dichos choferes reaccionaron con
desconcierto. Y es que no parece entenderse que se pueden hacer reclamos y
exigencias desde la seriedad, con una razón fundamentada y sin ataque personal
alguno. Dejar en evidencia el error del otro no tiene por qué ser un acto
cruel, no es inhabilitar al otro en su tarea, ni despreciarlo
como persona. Puede ser inclusive una acción respetuosa y amable, sin
necesidad de que pierda la dosis de verdad que se pretende imprimir a lo que se dice.
Sucede entonces que cualquier
diálogo confrontativo civilizado se vuelve en los hechos una ilusión. Por otra
parte, la represión de la seriedad solo provoca que cuando esta aflora
espontáneamente en nuestra vida cotidiana (que no es la de la radio o la
televisión), sea tomada como agresión y no como argumento válido, solo porque
no es usual.
V
No descubro nada al afirmar que
el humor hoy permea nuestras sociedades, hasta en aquellos ámbitos tradicionalmente
considerados sagrados. Gilles Lipovetsky (que aclaro, no es santo de mi
devoción) ha escrito extensamente al respecto[iii].
De cualquier modo, mi intención aguafiestas en este escrito es expresar mi
preocupación por la aparente ausencia de contenidos serios producidos por la
gente de mi generación. Cuando esos contenidos aparecen, es porque los
interesados los buscan, encontrándolos en Internet o en algunos reductos de la
prensa escrita, y no porque sean promovidos por la Radio y la Televisión. A ver: está claro que no es en los medios
precisamente donde se ha promovido la generación de pensamiento. Pero observemos los “tipos” de personaje que aparecen en aquéllos: vemos al Conductor Respetable de 50 años o más, el Técnico que analiza actualidad desde su
posición de economista o sociólogo, (difícilmente filósofo o
antropólogo), la Mujer Espléndida anímica
y físicamente, el Treintañero Chistoso...
La “seriedad” está habilitada sólo en el primero, es decir en el hombre que ha nacido antes de los años 70. Es sabido que los medios construyen
prejuicios, y opinión…
No soy el ciego Jorge de Burgos, aquel siniestro bibliotecario de “El Nombre de la Rosa” que veía en la risa un pecado casi capital. Entiéndase bien: amo el humor y
la risa espontánea, honesta. También me sé reír de muchas de las ocurrencias del Treintañero
Chistoso. Pero me afecta sentir que la única
representación de mi generación sea aquella imagen. Desde hace rato, cuando
expreso preocupación o cansancio, o un planteo serio, la respuesta inmediata, de la gente de cincuenta años suele
ser “¡Pero vos sos joven!”. Según esto existiría una estado llamada juventud, que inmuniza contra dichos cansancio y preocupación, y aleja al joven de todo peligro de seriedad. Es esperable
que el “joven” sea un dechado de salud y
buen humor, más no de experiencia laboral y vivencial (que provoca cansancio)
ni de argumentos y pensamiento (que generan seriedad).
VI
En las mañanas de periodísticos
radiales de Uruguay, Loki multiplica su voz amplificada: bajo la máscara de
algún personaje con nombres de guiñol, se dedica a comentar las noticias de
actualidad. Es lo que técnicamente se llama un “personaje plano o
cuadrado”, es decir un estereotipo. Tiende a ser políticamente incorrecto, y
por vía telefónica mantiene el diálogo con el conductor “serio” quien le sirve
de ladero. El conductor “refrena” al personaje, (que suele tomar un punto de
vista conservador y agresivo), y ataja cada disparate con una corrección (“¡Nooo…
¡¿Cómo va a decir eso?!”). El
problema radica en que se deje de escuchar una interpretación satírica hecha
por un actor, y que en cambio se empiece a entender al personaje como una voz legitimada
por el solo hábito de estar sonando. De allí, se habla de “lo bien que estuvo”
el personaje, en contra de la contención del conductor. Se olvida así que ambos
forman parte de una misma propuesta comunicativa. La apariencia de “seriedad”
con que el conductor corrige el diálogo disparatado, se vuelve entonces
un asunto más perverso. Ambas voces colaboran en la enunciación de afirmaciones
reaccionarias, a veces con racismo y discriminación brutales. Y en caso de que
alguien quiera señalar la inmoralidad del planteo, siempre queda como recurso
de defensa el “animus iocandi”, es decir la idea de que todo fue con espíritu
jocoso, juguetón. Era una jodita, nomás.
VII
Tengo para mí que los nórdicos
cayeron en la trampa cuando soñaron un Ragnarök
bélico para pensar en la Caída de los Dioses. Creo que Loki se guardó como de
costumbre un As tramposo en su manga y no vendrá con un ejército Gravemente
Wagneriano a destruir a los Dioses de ceño fruncido del Asgard. Tampoco
proclamará con fuerza la caída del Árbol, ni el Cielo cambiará su color. Loki aparecerá
por la espalda y empezará a contar chistes acerca del Árbol caído, del Tuerto
Odín y del Martillo de Thor. Provocará
la risa y los Dioses irán perdiendo su divinidad hasta disolverse.
Sé que hasta ahora este texto
puede haber resultado algo denso por su temática y su tono. Pero los lectores
con poco tiempo o concentración ya habrán huido a lugares más amigables.
Algunos llegaron hasta esta conclusión con algo de enojo y tal vez otros presupongan
que me quedo en la queja. Personalmente, considero que existe un problema, pero
Loki pronto llegará a los cuarenta, ya le empieza a doler la espalda y de tanto
sonreír se le marcan las arrugas. ¿Qué quedará entonces de él en diez o veinte
años? ¿Cómo recuperará su dignidad? Hay una posible solución y es empezar
a hablar en serio. No desterrar el humor o la risa, sino al menos intentar
generar otras propuestas que demuestren que es posible crear pensamiento
significativo. Ese es el origen de este blog: demostrar que además de reírnos, en
este lugar espacial, generacional, simbólico, en este “Aquí”,también existe Pensamiento. Rebatible, equivocado,
pero con todo el ánimo de ser serio,
Horacio Botta
…………………………………………………………………………………………………………
Algunos enlaces de interés:
Un artículo de la Defensora del
Lector de “La Diaria”, que trata el tema del alcance del humor en la Prensa:
El libro completo “La Era del
Vacío” de G. Lipovetsky:
Una columna de Hugo Burel sobre
el trabajo de Lipovetsky:
Un artículo (en inglés) acerca de
Loki (de donde extraje la imagen de la divinidad)
[i]
Llamaré aquí “persona” al ser de carne y hueso, e “imagen” a un signo de los
medios de comunicación. Aunque la palabra “persona” refiere en origen a las
máscaras que se usaban en el teatro de la Antigüedad, digo adrede personas y no “sujetos” o “individuos”
porque estos significantes tienen una carga filosófica demasiado profunda. Me
es más fácil hablar con el término familiar de “persona”, que implica un ser humano
con una historia personal y social, que tiene un contexto de vida histórico, y
que, como señalo arriba, es imposible de conocer por su complejidad. En
oposición uso el término “imagen”, visual y discursiva, para referirme precisamente a una construcción
mediática. La prefiero aquí a conceptos como “símbolo” o “ícono”, por lo mismo
que evito “sujeto” e “individuo”.
[ii] Aunque
desde hace poco tiempo la corrección política ha hecho imprescindible que
aparezcan mujeres con este perfil.
[iii]
“Cada vez más, la publicidad, los programas de animación, los
eslogans y la moda adoptan un estilo humorístico.(…) En todas las sociedades, incluidas
las salvajes, donde la etnografía descubre la existencia de cultos y mitos
cómicos, el regocijo y la risa ocuparon un lugar fundamental que se ha
subestimado. Pero si cada cultura desarrolla de manera preponderante un esquema
cómico, únicamente la sociedad posmoderna puede ser llamada humorística, pues
sólo ella se ha instituido globalmente bajo la égida de un proceso que tiende a
disolver la oposición, hasta entonces estricta, de lo serio y lo no serio; como
las otras grandes
divisiones, la de lo cómico y lo ceremonial se
difumina, en beneficio de un clima ampliamente humorístico. Mientras'
que a partir de las sociedades estatales, el cómico se opone a las normas
serias, a lo sagrado, al Estado, representando por ello otro mundo (…), en la
actualidad esa dualidad tiende a difuminarse bajo el empuje invasor del fenómeno
humorístico que incorpora todas las esferas de la vida social, mal que nos pese.
(…) los panfletos
violentos perdieron su preponderancia, los cantautores ya no están de moda; ha
surgido un nuevo estilo desenfadado e inofensivo, sin negación ni mensaje,
característico del humor de moda, de la escritura periodística, de los juegos
radiofónicos, de la publicidad de muchos comics. Lo cómico, lejos de ser la
fiesta del pueblo o del espíritu, se ha convertido en un imperativo social generalizado, en una atmósfera cool, un
entorno permanente que el individuo sufre hasta en su cotidianeidad”
La Era del vacío. Cap. V: La sociedad humorística. Ed. Anagrama
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