Con La Verità, una vez más Daniele Finzi Pasca trae a Montevideo un
espectáculo grandioso. Grandioso en su concepción, donde cada mínimo gesto
contribuye en su sutileza al conjunto. Y es que Finzi Pasca se maneja con comodidad
en espectáculos de gran producción, que abarcan enormes espacios y numerosos
artistas, como también en lo que él mismo ha calificado de un “teatro pobre”,
con un “Ícaro” pequeñito que se hace enorme en el escenario, (y por ende en la
retina) y llena el alma del espectador como puede hacerlo la producción más
monumental.
Pero el mérito de este artista y de
todos los que lo acompañan no es lo “Imponente” per sé, sino la coherencia de
cada una de las partes que componen un espectáculo. Con La Verità, el admirador de la obra de Dalí se siente “reconocido”,
siente ese placer que deriva de lo familiar cuando esa familiaridad es
reformulada, para mostrar algo nuevo. Dalí (¿Salvador? ¿Francisco?) se vuelve
un viejo amigo con un traje nuevo, un tío querido y excéntrico que se
reinventa.
Antes he hablado de coherencia. Tal
vez debí decir coherencia en el detalle. Por ejemplo, en las escaleras helicoidales
donde estos artistas realizaban sus
danzas y su poesía, el giro de los artefactos las convertían en hermosos
dibujos ondulares, así como en las cadenas de ADN en las que tanto insistía el
Tío Salvador (“¡¡¡Á -CI- DO DES- O-X I- RRI- BO –UN- CLÉI- CO!!!”)
También he hablado de sutileza. Dalí
es, como decía Cervantes de Lope, “ un monstruo de la naturaleza”: recalcar la
figura de este maestro pudiera haber sido fácil, y mediocre. Sin embargo son
los detalles ( huevos voladores, diávolos , aparatos, telas) con curvas dalinianas,
hacían aparecer todo el tiempo, sin subrayarlo, la pincelada y los bigotes del
maestro.
Pero la obra no es privativa de
unos pocos: La Verità no deja de ser,
esencialmente un espectáculo de Circo. Y el Circo es una de las manifestaciones
artísticas más inclusivas y populares. En lo personal, me tocó estar sentado
justo delante de un niño de unos 6 o 7 años. De vez en cuando y
disimuladamente, yo lo miraba de reojo y eso era un show aparte: lejos de aburrirse
(en un espectáculo extenso de dos horas y media más el intermedio), este niño
se abalanzaba sobre el asiento , abría boca y ojos (como tratando con ambos de
comerse el escenario)y se quedaba pasmado frente a esos “cuasi-ángeles”
trapecistas. Dudo que este niño fuera un
especialista en Dalí.
Un último punto, acerca del
Surrealismo y el Circo. Más allá de la influencia que ha tenido y sigue
teniendo aquél Movimiento, muchas veces con imitaciones torpes y artificiales
que dicen más de la persona que de su obra, los Surrealistas nunca dejaron de
rendir tributo a sus predecesores, al tiempo que miraron y admiraron al arte
popular que por su estructura y su contenido, podría llamarse surrealista. Y el
Circo es el Arte de lo Imposible. Tal vez tendría que decir que todo Arte
pertenece al mundo de lo Imposible, para
hacerlo posible, pero en el Circo la
concentración es tan intensa que ingresar a él puede ser ingresar al mundo de
los Sueños. No es menor que ya entrado el siglo XXI, artistas como los de la
Compañía Finzi Pasca nos recuerden nuestra vulnerabilidad con respecto a lo que
no sabemos. Cuestionar qué es la Verdad, o qué no es, debería por lo menos hacernos reconocer que ignoramos muchas
cosas, y que frente a tanta respuesta fácil y asumida que se dice sin pensar,
de vez en cuando podríamos responder “no sé”, si alguien o uno mismo se
cuestiona cuál es la Verità.
Horacio Botta
Horacio Botta
http://www.elpais.com.uy/divertite/teatro/la-verita-llega-al-adela-
reta.html
http://www.montevideo.com.uy/nottiempolibre_197523_1.html
reta.html
http://www.montevideo.com.uy/nottiempolibre_197523_1.html
Me la perdí. Después de la maravilla de Ícaro quedé muy decepcionada con Donka y con Maldita canalla la soledad, así que decidí perdérmela. En ese momento creí que se estaba repitiendo, que había encontrado una línea estética, como una fórmula mecánica que le funcionaba ("El teatro de la caricia", no el teatro-circo, o de acrobacia, que es un concepto en sí mismo y jamás aburre, lo que sí tal vez decepcione es que te lo vendan como teatro y vayas esperando otra cosa) y que lo exprimía, lo explotaba y lo volvía a explotar de atrás para adelante. Pero tal vez La veritá haya sido una hermosa excepción, como describís. Gracias!!
ResponderEliminarDe mi parte, hago acuerdo con Sapa. Aunque disfruté Donka y encontré allí algunos trazos de la conmoción del lenguaje de Ícaro, veo en esta obra algo que ya había visto en Rain y que me repugnó en Maldita Canalla... y es esta repetición de fórmulas. Repetición que muestra cierta pericia, pero que se acartona. Escribí en mi blog sobre la obra: http://seraclown.blogspot.com/2013/05/papel-mache-la-verita-en-montevideo.html
ResponderEliminarSaludos
Lo leí, y me parece que lo que escribiste es para tener en cuenta. No vi Rain, sí Donka e Ícaro. Me faltaron las otras para opinar en conjunto. De todas maneras me pregunto si la repetición de una fórmula es un demérito en sí mismo. ¿Dónde está el límite entre repetir una fórmula y hacer uso de un estilo propio? Ahí entra en juego la expectativa del espectador. Yo no tenía tanta expectativa con los clowns, sino con lo plástico en general, con lo visual, la forma, etc. Te agradezco también que hayas mencionado estas líneas. Un abrazo grande.
ResponderEliminarP:D: Aquí el texto de Ernesto
http://seraclown.blogspot.com/2013/05/papel-mache-la-verita-en-montevideo.html