jueves, 18 de julio de 2013

Un poema de Sexto Propercio

Conocí a Sexto Propercio (aprox. 50 A.C. - 15 A.C.) a partir de las lecturas de otro poeta, el polémico y fundamental Ezra Pound, quien en su juventud había traducido muy libremente algunos poemas del latino. A raíz de eso, el nombre de Propercio se me quedó en la memoria, como una referencia inquietante: si Pound lo había traducido, si habló de él en tantos textos críticos, algo habría de valioso o al menos de novedoso para un lector de poesía. Lo antiguo, cuando es bueno, suele tener la capacidad de resultar siempre una sorpresa.

Una tarde temprana, Propercio me encontró como deben hacerlo las cosas que uno realmente desea conocer: de sorpresa, en una mesa de la Feria de Tristán Narvaja, un ejemplar algo gastado de las Elegías Completas me esperaba. En el ómnibus de vuelta empecé a devorarlo y creo haber leído tres de los cuatro Libros que componían el volumen para la noche.

Es claro, como apuré ese encuentro, por descuidado no encontré lo que buscaba. Además, Propercio puede resultar, por sus figuradas referencias mitológicas, bastante complicado de leer, porque obliga a recurrir a las notas a pie de página varias veces por poema. Esto puede hacer a la lectura (no a los poemas mismos) un ejercicio tedioso y desalentador.

Por otra parte, la temática de Propercio es mayoritariamente amorosa, en el estilo clásico del Amador que busca la retribución del Ser Amado. Esto también puede hacerlo poco atractivo, en este tiempo en donde la inmensa mayoría de la gente piensa que la Poesía es la traducción en versos del Amor, (porque no leen poesía), y en donde los lectores asiduos del género (que suelen ser, a su vez, poetas) reniegan del carácter sentimental por considerarlo cursi y vulgar.

Con esa primera decepción, igual tuve que ser fiel a un principio que tengo desde hace años: si algunos dicen que es “Importante”, algo de Importante ha de tener. Sé que esta afirmación puede sonar conservadora y hasta reaccionaria, pero gracias a esta confianza  fue que conocí a Led Zeppelin, a Julio Herrera y Reissig y a Charles Bukowski, por nombrar sólo a algunos.

Así que empecé una lectura más cuidadosa. Al principio, no noté demasiada diferencia, aunque aprecié mejor la calidad de los poemas. Hasta que llegué a un poema, aparentemente igual al resto, pero que en sus versos finales fue un golpe que me despertó.

Se trata de la Elegía V, del Segundo Libro. Comienza con un reproche a la mujer Amada, Cintia, destinataria de casi todos los poemas amorosos. Aquí, los primeros versos son una interrogación culpabilizante, para después pasar a la exclamación y la amenaza de abandono:


¿Es verdad, Cintia, que en toda Roma eres difamada
y que vives en conocida lascivia?
¿Merecí esperar esto? Pérfida, me las pagarás,
y el viento, Cintia, me llevará a alguna parte.


En los versos siguientes, el reproche se vuelve inmaduro. Es la promesa de que, entre todas las mujeres mentirosas, va a aparecer una mujer valiosa, obviamente imaginaria, que va a apreciar lo que el enamorado tiene para dar: Fama a través del Canto, la Poesía.


Hallaré, sin embargo, de entre muchas falaces,
Una que por nuestro canto quiera hacerse famosa
Y no me ofenda con duras maneras y te provoque enojo


Luego, el despechado recapacita, reconoce que el dolor es reciente, que es momento de apartarse, y alecciona a Cintia para que se cuide de “dañarse a causa de su arrogancia”.
Finalmente, en lo que es el Clímax dela composición, el poeta desarrolla magistralmente cuál será su “castigo” real a la Amada, empezando por decir lo que no va a hacer:


no te desgarraré los vestidos de tu cuerpo perjuro
ni mi ira rompería tus puertas cerradas,
ni airado osaría arrancarte tus cabellos trenzados
ni dañarte con duras manos:
Que algún violento, cuyas cabeza no ciñeron las hiedras,
Busque estos combates tan torpes.


Pero no es el amor o el sentido común lo que impide ejercer la violencia al enamorado. Con cierta soberbia, considera que estas represalias son torpes, indignas de un poeta cuya cabeza fue ceñida por las hiedras como reconocimiento de su arte. Por tanto, el Propercio del poema decide el castigo del que su talento lo hace capaz, y que se vuelve aún más duro:


Entre tanto, escribiré algo que el resto de tu vida nunca podrá borrar:
“Cintia, poderosa en su belleza; Cintia, débil en palabras.”
Créeme, aunque desprecies las murmuraciones de la fama,
Este verso, Cintia, te hará palidecer.

                                                                           
El desquite de Propercio no es, como puede parecer a primera vista, inmortalizar a Cintia como una persona “Bella aunque tonta”, usando la fama a la que había hecho alusión antes (cuando decía que otra hipotética mujer sí la iba a apreciar). El desquite es, conceptualmente, mucho más profundo. Consiste en hacer lo que está haciendo desde el inicio: transformar a la Cintia “real” en Literatura, al punto que hoy la única Cintia que conocemos es la que construyó Propercio en sus poemas. Su arma es el lenguaje. Y esto nos muestra a  un artífice tremendamente lúcido, consciente de que la palabra poética, aunque en primera instancia parece “revelar” una verdad transmitiendo un contenido, en realidad está construyendo una nueva verdad.

Esto tal vez a algunos les puede resultar evidente. Sin embargo, aunque no obvia, siempre hay tensión entre Lenguaje y Contenidos a transmitir. El conflicto entre el deseo de los hablantes de ser comprendidos, de “estar presentes” en lo que dicen, y la capacidad real del medio lingüístico para permitirlo, aún no está resuelto. En un extremo, está la afirmación de que los contenidos son intransmisibles, y puede terminar en una angustiosa resignación a la incomunicación, el pensamiento de la Inefabilidad propio de los Románticos.

Mientras tanto, y sin ánimo alguno de solucionar dicho conflicto, resalto el hallazgo de unos versos que demuestran la claridad poética de Propercio, capaz de expresar que el Lenguaje construye una realidad específica (y que Decir, es un Hacer), y celebro también la posibilidad sorprendente del Latino de  interpelarnos como si fuésemos contemporáneos.



                                                                                                              Horacio Botta
                
                                                                                             Montevideo 18/ 7/ 2013







“Propercio y Cintia” (circa 1815), por Auguste Vinchon (1789 – 1855)

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Referencias:

Sexto Propercio “Elegías Completas”. Alianza Editorial. 
Traducción de Hugo Francisco Bauzá.(Utilicé esta traducción para todas las               citas)

Enlace a algunas obras del poeta, en Clásicos Grecolatinos

Enlace a los originales en Latín:




1 comentario :

  1. el desamor, el despecho, la venganza, la redención siempre van a ser universales, y por otro lado creo que uno siempre está recreando en una mezcla de acción, memoria, deseos y ansiedades. Detro de todo la poesía al ser escrita hasta es un poco más permanente que todas las demás realidades creadas y recreadas en las que vivimos

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