martes, 25 de junio de 2013

Elogio Sensual y Espiritual de los Oficios

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Tengo una biblioteca de la que me siento orgulloso, en particular de los libros de Poesía, algunos de Música… Hay serias ausencias en  Filosofía e Historia. Pero con un grupo en particular, tal vez la mayoría de las veces, es que recaigo en el vicio sensual del “ojeo”. Y es en los manuales. Tapicería, Trabajos en cuero, Construcción de Chimeneas, Tipografía y Linotipia… Almanaques del Banco de Seguros del Estado. Mis favoritos: el “Restauración de Muebles Antiguos” de Leslie Wenn (1976)  y el “Recetario Doméstico con 6690 recetas prácticas” de Ghersi y Castoldi (1934).

Una especie de voyeurismo me lleva a leer esas indicaciones más o menos precisas sobre cómo acercarse a la cosa en cuestión, como tomar las herramientas, el cuidado y la paciencia… De allí al salto práctico: he visitado la albañilería, la sanitaria, la temida electricidad como un turista inquieto y con no pocos resultados satisfactorios…



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Para los hijos de la educación vareliana, los oficios son un misterio, y más aún,  un tabú. Todavía recuerdo los casos en que en la escuela, para el que era considerado un mal estudiante, “mandarlo a la UTU” era un híbrido entre la solución y el castigo. Quién sabe cuántos casos de déficit atencional, dislexia o hiperactividad fueron diagnosticados torpemente como “burrismo”, y a cuántos niños se les cortaron las posibles vocaciones antes de tiempo. ¿A cuánta ingeniera, a cuánto filósofo se les habrá puesto una herramienta entre las manos a la fuerza, y habrá abandonado también ese camino?

En contrapartida, y como reacción, parece que después el sólo hecho de sugerir el estudio de un trabajo manual se convirtió rápidamente en  un insulto a la inteligencia de niñas, niños y adolescentes. En una mezcla de complejos de “M´hijo el Dotor” y “La educación para el mañana de la informática”, pasó a ser una ofensa siquiera ver en los gestos de una niña o un  niño la posibilidad de talentosos carpinteros, mecánicos, estilistas… Como de costumbre, se viró desde una tendencia a la otra, extrema, siempre basándose en la estigmatización de los Oficios.  Así es que vemos hoy los Bachilleratos Liceales (no técnicos) de todas las orientaciones llenos de estudiantes que disfrutan pocas o ninguna asignatura por ser en su mayoría un saber teórico, y que tampoco han conocido la posibilidad y el placer de las labores manuales. ¿A cuánta electricista, a cuánto panadero, se le niega el derecho a ser feliz?

Cabe preguntarse el por qué de esta dicotomía entre el conocimiento teórico y el práctico-técnico. Ya en la Antigüedad se distinguía entre los términos Ciencia y Arte, pero con  significados distintos a los actuales. Ciencia (Scientia) se entendía como Conocimiento, fundamentalmente teórico,  mientras que Artes (Ars) eran las técnicas mayoritariamente manuales en donde se trabajaba la materia. De hecho, para los griegos Hefesto, el único Dios que trabajaba, era feo, cojo y cornudo, objeto de burla de todos los aristócratas olímpicos. No obstante esto, fue el fabricante de todos los artificios que usaban.



Si bien los oficios tradicionales en la Edad Media fueron reconocidos, admirados y muchas veces bien remunerados,  es en el Renacimiento donde se comienza a repensar el carácter hondamente Intelectual que tienen las Artes. Se empieza a usar la moderna acepción de Artista, puesto que eso eran Durero y Leonardo, por ejemplo: hombres de oficio, que habían empezado a poner su impronta original en las obras. Por otro lado, estos técnicos humanistas establecen, según José Babini, una nueva relación con la Naturaleza, que también originaría el conocimiento científico

“La ciencia experimental, clave de la revolución científica se ha revelado como una notable combinación de razonamiento y experimentación, como una simbiosis de mano y mente, en la que, sin duda, influyeron los progresos que las artesanías y las artes manuales lograron durante los últimos tiempos medievales, al enaltecer el valor de la mano, la misma que el científico utilizará en sus experimentaciones.

Por otro lado, la nueva relación que el hombre establece con la naturaleza muestra una vinculación más de la ciencia moderna con la técnica. Esa nueva relación puede definirse, por parte del hombre, como un afán de penetración de la naturaleza con los ojos, con las manos, con la mente (…)” (1)

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  Quiero para terminar, revisar las antropogonías: Para el Popol Vuh, el libro sagrado de los Mayas, los seres humanos fuimos modelados a partir del maíz. Los nórdicos creían en hombres y mujeres primigenios cuya materia base fue la madera. Los hebreos y los cristianos pensaron un Dios que nos creó a partir del barro. La especie humana sería entonces producto de un Ars, creados a partir de Materia Prima del Universo, por manos Divinas. Individualizados, distintos al Universo del que provenimos.

Para muchas religiones orientales, seres humanos y Universo son la misma cosa, hay una ilusión de separación porque todo es el sueño de un Dios. Reunirse con el Universo es Disolverse, dejar de ser uno mismo.

 Para Occidente, por el contrario, el ser humano nunca vuelve a fundirse con la Divinidad. A lo sumo si lo merece, quedará en el Tras Mundo contemplándola. Se me ocurre que fuera de lo místico, a cada hombre y mujer les ha de ser prácticamente imposible reconectarse, si no es retribuyendo mediante otra acción física creativa, es decir haciendo con sus manos. Trabajar con las manos es reapropiarse de lo ajeno,  unificarme con lo que hago. Es el encuentro del yo con lo otro que no soy yo, la materia, y por ende, con el  resto del Universo del que nos sabemos inconsolablemente separados.

                                                                                                     
                                                                                                         
                                                                                               Horacio Botta
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(1)    José Babini:  Leonardo y los técnicos del Renacimiento. CEAL 1969




4 comentarios :

  1. Tu ensayo me resulta especialmente pertinente. Mi esposa tiene dos hijos--a quienes quiero como si fueran mìos, claro. Uno de ellos economista y escritor--se está vendiendo bien su primera novela. El segundo, carpintero, luchador y tamborilero. Ambos felices y realizados.

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  2. Bueno aquí estoy, esta cuestión desde larga data me viene acusiando en varias formas, de primera y más evidente tengo cada año alguna alumna mujer que repite o tiene un pasaje bastante escabroso por el liceo porque específicamente su madre no l deja entrar a la utu para hacer mecánica. me parece que la cuestión no amerita más comentrios. por otro lado creo que yo mismo soy un prisionero de el estigma que supieron cultivar en la nobleza china en su época de esplendor, el mandarín solía dejarse las uñas extremadamente largas para demostrar que no necesitaba hacer ninguna tarea maual. Hace poco intenté fabricar una flauta traversa en re de caña, todo el preámbulo de búsqueda de medidas diámetros etc. fue bastante interesante, pero llegado el momento de hacer con las manos, las primeras frustaciones postergaron el proyecto por necesidades domésticas más urgentes, y asi quedó archivado. sabiendo que era un trabajo que al menos parcialmente tenía un gran componente de ensayo y error, es decir de autocorrección, emocionalmente me autoboicotié para no poder tener la satisfacción de lograr el proyecto. en un futuro más o menos cercano tengo muchas ganas de poder encarar la fabricación de instrumentos de forma más seria, a través de violería o algo similar, de verdad me apasionan los instrumentos, tiendo a ser comprador compulsivo de instrumentos y no los dejo archivados sino que mientras el tiempo me lo permite tengo períodos donde toco uno u otro, pero la custión sigue siendo la misma, hasta donde llegará mi capacidad de tolerar la frustración cuando despues de pulir, lijar, cepillar un mástil no afine bien y note que la misma versión pero en chino del instrumento la pueda sacar en comodas cuotas financiadas con mi trabajo que solo se basa en pensar y hablar.

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  3. Antes que nada saludar, y disfrutar de compartir... Mi opinión es corta básicamente. La educación de hoy termina con el gran generador de pensamiento, conocimiento; La capacidad de asombro y la espontaneidad son seriamente aniquiladas por estás estructuras que bien arriba describís... Como resultado perdemos el rumbo que gratamente reza la parábola del duende y la felicidad que de manera reducida sería "En el comienzo de los tiempos el duende se entera que el hombre será "creado", y como duende decide tenderle una broma. Se reúnen en asamblea, pensando que hacer. Deciden tomar la felicidad y esconderla. Discuten... Muchos opinan en planetas lejanos, pero el Hombre en algún momento llegará, otros bajo el agua profunda pero saben que el Hombre se rebuscará. Un sabio duende levanta la mano y dice... "Debemos esconderlo en un lugar donde sabemos que el Hombre, por el camino que decidió recorrer nadie jamás lo encontrará... Opino que sea dentro de ellos mismos..." " Esto parece decir que el secreto está en uno, la magia tal parece debe generarse ahí.

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